21 mayo 2015

Hagas lo que hagas, ámalo. CINEMA PARADISO


A la hora de escribir sobre la clásica Cinema Paradiso, más que una reflexión o crítica sobre una película, me sale una reflexión sobre la nostalgia y los sentimientos humanos reflejados a través del arte. Cinema Paradiso es una declaración de amor al cine a través de los ojos de un niño enamorado del cinematógrafo, de los ojos de un joven enamorado de la bella Elena y de los ojos de un Totó inundado por los sentimientos y la nostalgia de los hechos pasados.


¿Qué hay más poético que el pequeño Totó guardando los fragmentos de besos y caricias censurados de las películas  que manipulaba su amigo y mentor Alfredo en una caja? Si hay algo con lo que no estoy de acuerdo es con la afirmación de Alfredo de que "vida no es como en el cine, sino que es mucho más díficil". Discrepo. El cine es la vida misma y la vida es igual de emocionante que el cine. Y Cinema Paradiso nos cuenta a gritos a través de escenas cotidianas, verdades y sentimientos, situaciones que todos hemos vivido en nuestro día a día o que vamos a vivir. El cine tiene la capacidad de hacernos sentir nostalgia de algo que aún no hemos vivido, pero que sospechamos que vamos a vivir.
Tornatore acompañado de la preciosa partitura de Morricone crea un auténtico sueño para cualquier cinéfilo. Si bien es cierto que algunas partes de la película se convierten en "trampas demasiado autocomplacientes" para el espectador, el final es  uno de los más emotivos, poéticos y sinceros que he podido ver en la historia del cine. Hagas lo que hagas, ámalo. Y ames lo que ames hazlo de manera sincera y sin límites. Salvatore amaba lo que hacía y amaba de una forma pura y sincera. Cinema Paradiso trata temas sencillos y cotidianos, en los que todos nos vemos reflejados. Quizás sea esa sencillez lo que hace  que se convierta en magia, poesía pura.



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