20 enero 2013

Amor y psique

Deambulaba por el cementerio. 
Deambulaba por el cementerio a todas horas con el corazón encogido, el alma desgarrada y las lágrimas vacías. 
Deambulaba por el cementerio sin esperar a tener consuelo, el consuelo no era posible en esas circunstancias.
Deambulaba por el cementerio y no era la primera vez que lo hacía, pues la vida sin él, era un constante reconocimiento de su muerte. 
Deambulaba por el cementerio, con el único fin de unirse a las lápidas marmóreas,  fundirse con ellas, formar parte de la tierra y las plantas en un sinfónico dolor.
Deambulaba por el cementerio, hasta que consiguió encontrar una estatua muy hermosa, de cuerpo hercúleo y ojos salvajes. Se miraron como si se amaran y ella respondió con una dulce queja. 
Se enraizaba en el cementerio, poco a poco su cuerpo se fue tornando en un mármol que incluso en la oscuridad tenía luz, como la que siempre hay sobre la nieve y los dos cuerpos adoptaron la forma de un ente. 
Descansaba en el cementerio, por fin tomaron vida las dos almas que allí se unían en forma de flores de cerezo, que nacían entre las grietas del mármol formando coronas y vestidos infinitos dotados de luz y paz propias. 
Descansaban en el cementerio, pues una eternidad de paz les esperaba, al encontrarse otra vez sus almas.