11 diciembre 2015

El último adiós de Camarón


Viviré mientras el alma me suene. (Camarón de la Isla)




Camarón no quería cantar.

Encerrado en su pequeña habitación de hotel cinco horas antes del estreno, el cantante sentía cansancio físico y psíquico,
Camarón no quería cantar.

Cinco minutos antes, asomando la cabeza de vez en cuando desde su camerino, se negaba a cantar.
Camarón no quería cantar.

El público, arremolinado, a punto de crear un motín por la demora. El equipo de producción, tirándose de los pelos. Y el maestro se negaba a salir.
Camarón no quería cantar.

En una de esas efímeras miradas perdidas del maestro hacia el exterior, Pablo Nacarino ofrecía palabras de cariño al cantaor. " Venga, José, anímate, que hay mucha gente esperándote" Camarón, algo torpe pero tierno, se dejó llevar del brazo por Nacarino mientras le decía "Es que, estoy mal, no puedo actuar". Subieron las escaleras, no sin falta de esfuerzo,  y se paró frente a las cortinas que le separaban del escenario. La muchedumbre, que ya intuía su presencia se lanzó en gritos de impaciencia y obsesión.
Camarón no quería cantar.

Una única cortina le separaba del escenario, el maestro no tenía fuerzas para enfrentarse a lo que había detrás de ella. Pero allí estaba Tomate, su fiel Tomatito, que se acercó hasta él y le agarró cariñosamente del brazo para llevarle hasta su silla de mimbre.
Camarón no quería cantar.

Y de pronto, el silencio. 525 personas sumidas en la más absoluta congoja. Camarón no dijo palabra. Se sentó y se arrancó con la soleá Salud es lo que yo quiero (archivo auditivo). Según cuentan, salió un canto tan hondo de su garganta, tan sentido, que se transformó. Estaba hundido, pero se transformó. Las lágrimas se apoderaron de los ojos de la mayoría de los allí presentes.
Camarón no quería cantar.

Tomatito: "La verdad es que no sabíamos que estaba enfermo de cáncer. Ya en el hotel se encontraba muy fatigado. Me dijo que suspendiera el concierto, que no podía. Yo le dije que era un recital muy importante(...) Entonces Camarón me miró y me dijo: "Bueno, vale..."
Camarón no quería cantar.

Acudió con su médico, algo que se convirtió en costumbre en esta última etapa de su vida. Se encerraron en el camerino y no dejaron pasar a nadie. Al rato, salieron los dos juntos. Ese día Camarón lo dio todo, en cuanto se sentó en la silla, todo signo de cansancio o fatiga desapareció. Seis meses después fallecía, a los 41 años víctima de un cáncer de pulmón. Poco después, se lanza el disco de esta brillante actuación, al título de El último concierto. 
El último concierto en el que Camarón no quería cantar.

Tomatito, declara que al escuchar la grabación su guitarra no le suena. "Al lado de Camarón ni me escucho. Lo digo en serio, cuando el estaba, todos sobrábamos"
Camarón no quería cantar, pero su cante se quería despedir de Camarón y de todos nosotros.
 








23 noviembre 2015

PICASSO Y EL BALLET


El triunfo del ballet es que lo practiques toda la vida. V.




Cada vez que un bailarín salta en punta soporta
tres veces su peso corporal en la punta de sus
dedos. 
Parade supone una de las obras de arte más maravillosas y vanguardistas de la historia del arte, el ballet y la música. El hecho de que Picasso se introdujera de lleno en el mundo del ballet a finales de 1915 supuso una ruptura con los anteriores y pomposos Ballets Rusos para dejar paso a la modernidad.
Diaghilev en sus ansias por dar un tono de frescura al ballet, juntó a una serie de jóvenes de distintas disciplinas para dar un vuelco al concepto tradicional de la danza. Así elige a un joven Jean Cocteu para escribir la historia y al bailarín Leónide Massine para la coreografía. Diaghilev decide dejar en manos de Cocteu el equipo artístico; Picasso para los decorados y Erik Satie para la música. Un elenco inigualable. En el programa de mano Apollinaire señala que "es la primera vez que se produce esta alianza entre la pintura y la danza, las artes plásticas y la mímica que señalan el advenimiento de un arte más completo".
Esta obra hace una contribución a la comprensión del cubismo, que no era una simple geometría de formas, sino una transformación del espacio visual, donde puedes ver aquello que no pude ser visto a la vez en el mismo espacio. Esto fue decisivo para a evolución del lenguaje plástico y de la modernización de los espectáculos teatrales.


Vestuario de Parade, diseñado por Picasso

Picasso se dispuso a trabajar en un gran taller al fondo de un jardín, para realizar el telón que sostendrá el preludio de Satie. Se trata de la tela más grande pintada por el autor malagueño. Picasso lo pintó con engrudo sobre un tejido mezclado, la luz descompone la trama y los colores tienden a borrarse. Peor el pintor se negó a restaurarlo a lo largo de su vida, ya que le gustaba el aspecto de fresco mural que le daba a su obra. Es una composición extraña llena de dulzura e ingenuidad. Sin embargo, es una composición muy sabia. Es mitad realista, mitad onírica. Representa un mundo naturalista lleno de visiones y espejismos. Es un símbolo maravilloso del cambio de estilo del pintor. Todos conciben Parade como un vodevil lleno de fantasía, imaginación y cierta dosis de realidad.

Telón para el decorado


El estreno es la tarde del 18 de Mayo de 1917 en el teatro Chatelet de la capital francesa, en el marco de una gala caritativa en la que Parade comparte cartel con otros ballets más tradicionales. Sus connotaciones ligadas a la pantomima no son aceptadas por todos los espectadores, la música de Satie, tampoco. Del vestuario, mejor no hablar. El público rechazó la historia por idiota y por no aludir a la guerra. Más tarde, Cocteau explicara: "Es inútil explicar es escándalo de Parade en 1917 y su éxito en 1920. Lo importante es destacar la facilidad de Picasso para adaptarse al teatro". Y su comprensión mística y profunda hacia el ballet. Un arte que no pueden ver todos los públicos y que solo puede ser bailado por unos pocos. Solo unos pocos pueden tocar el cielo al ponerse en puntas y soportar tres veces su peso corporal con la punta de sus dedos, solo unos pocos pueden desafiar la gravedad alcanzando los tres metros de altura en uno de sus saltos, solo unos pocos pueden comprender la importancia del ballet y usarlo como soporte de creatividad en un tiempo de transición, un tiempo de cambios que los creadores de Parade sin duda habían captado.

Enseñando ballet a Picasso en su estudio
Con una sesión de ballet se pueden perder hasta 250 calorías. Esto equivale aproximadamente a 90 minutos de fútbol o correr 30 minutos. 
El ballet fue el único arte moderno que Hitler no prohibió durante la II Guerra Mundial

Nijinsky desafió a la gravedad realizando su legendario salto en el que alcanzó los tres metros de altura.
Un bailarín puede levantar una tonelada y media de peso entre todas las bailarinas a lo largo de una función 

18 septiembre 2015

¿Quién dijo que la belleza fuera fácil? - A mi gran amiga Sara

Si hay alguien importante sobre la que tengo que escribir es mi amiga Sara. Si nos vamos nueve años atrás, recuerdo a una Sara locuaz y dicharachera cargada de encanto y de grandes, (¡enormes!) dosis de ironía, que no todos pueden comprender. A primera vista, podría parecer una persona a la que podrías encajar rápidamente en unos parámetros, pero nada más lejos de la realidad. Sara es misteriosa, pero no aquel misterio con cierto trasfondo de fatalidad que se ve entre algunos hombres y mujeres de nuestro país. Ella posee un misterio en el tono más positivo de la palabra. Casi como un fenómeno cuántico, cuantos más recovecos de su alma puedas ver, más maravillada y fascinada estarás ante la simple y cruda realidad de su ser.
Tardé unos años en conocerla, supongo que ella tardó otros tantos en conocerme a mí. Y en todos estos años en los que la he ido descubriendo pieza a pieza, te das cuenta de que no puedes completar el puzzle hasta que conoces a sus padres. En cuanto los conocí  más profundamente, no me quedó otra que producir un perplejo "¡ahora lo entiendo todo!" Y simplemente lo encajas.
La virtud que más admiro en mi amiga es su capacidad para generar belleza. Es algo que ni siquiera tiene que pensar. Simplemente la acompaña a todas partes en forma de poesía, teatro o música.
Y es que Sara no pasa desapercibida. Viste siempre con mucho estilo sin tener que recurrir a las excentricidades, tiene los hombros frágiles, pero la espalda esbelta; cabello moreno y fuerte; los ojos grandes, acristalados y castaños revelan una mirada intensa, pero llena de ternura. Aunque, sin duda, lo que más me gusta de Sara es su sensibilidad.
Y así ha ido consolidándose una amistad inquebrantable, casi fraternal, con mi gran amiga Sara. Y como en otras ocasiones me ha ocurrido ya sea por mi personalidad, por el tipo de personas a las que me acerco o porque es algo natural del ser humano, pasamos a tener una relación verdaderamente emotiva sólo aplicable a la amistad femenina. Esta unión y comprensión sólo se puede dar debido al especial vínculo entre féminas. Tanto teníamos y tenemos que aprender la una de la otra, que su amistad me ha enseñado más que los cinco años de universidad en algunos aspectos.

Desde luego, conocer a mi amiga Sara es una experiencia cada vez más enriquecedora no al alcance de todos los seres humanos. Pero ¿quién dijo que la belleza fuera fácil?

18 agosto 2015

El principio de la Teoría de Charles Chaplin

Empezaba a estar preocupada por mi incontrolable admiración y divinización hacia Charles Chaplin. Pero resulta que al final este sentimiento tiene explicación. Gracias al cine de aquel hombrecito algo patoso en escala de grises, mi compresión hacia el cine y la sociedad de la época (y la actual) ha aumentado considerablemente.
El lunes me desperté y como el universo de Chaplin parece estar expansión, tardé más de lo habitual en encontrar mi ropa, qué por otra parte se componía de unos ajados pantalones que me estaban enormes, unos zapatos cuatro veces mayores que mi pie y un bombín. Hacía frío y tenía hambre, así que me senté en una mesa de madera, que no recuerdo haber visto ahí en mi vida, algo coja y con astillas. No le doy importancia a causa del hambre y me pongo a comer: la suela es como un filete, los clavos como espinas de pescado y los cordones como espaguetis...¡El guiso es un zapato! Por todos estos motivos salí con retraso para ir al trabajo, y como retrocedí unos cuantos años atrás y llevaba unos zapatos que me hacían tropezar, me fue muy complicado coger un taxi. Cuando por fin llegué al trabajo y me acerque a mi jefe para explicarle la demora, resulta que no fui capaz de articular palabra, solo fui capaz de gesticular, sonreír tímidamente y como mucho sacar algunos cartelitos con frases explicativas. Esto unido a que podría ir mejor vestida, fue tomado como una falta de respeto por su parte. En realidad aunque no pudiera hablar se me entendía perfectamente, intenté explicárselo, pero de nuevo solo pude mover los labios y ser adorablemente expresiva. Esto sin duda, aunque le arrancó una sonrisa, le causó cierta sensación de confusión y me dijo que si el tiempo y el espacio cambiaba y conseguía volver al presente, me subiría el sueldo.


22 junio 2015

"A veces pienso que he sentido todo lo que voy a sentir"

"A veces pienso que he sentido todo lo que voy a sentir"


Her es el acontecimiento más importante al que he podido asistir en el año 2013.
 Nos habla de amor en el sentido propio de la palabra y  de desamor, de la soledad y la melancolía a la que se enfrenta Theodore en medio de la bulliciosa ciudad.
Los planos y la sensibilidad, tan próximos a la insuperable Lost in Translation, nos enseñan que la idea de "querer"reside en nuestra mente, en los recuerdos y en las sensaciones que nos producen. Los sentimientos que transmite el protagonista a través de los flashbacks  los sentimos casi nuestros. Por lo tanto, no hace falta preguntarse si es posible querer sin la materialización corpórea, no hace falta un cuerpo para transmitir y recibir emociones. ¿Acaso dejamos de querer a aquellos que  dejan de estar presentes en nuestras vidas?
La música es perfecta, sólo sirve para poder sentir de una manera más profunda la trascendencia de la película. Al igual  que  podemos sentir de manera suprema la nostalgia, la soledad y la melancolía, también podemos sentir el momento más álgido de efímera felicidad con "The moon song" de fondo.
Joaquín Phoenix hace el mejor papel de su carrera. Es un ser sensible, complejo, especial...con el que se consigue una intimidad entrañable. Scarlett Johanson no hace acto de presencia en toda la película y  consigue hacer un papel por lo menos a la altura de Lost in Translation,¡qué ya es! Su voz puede ser sexy, melancólica, bonita...y podemos verla en cada plano, en cada secuencia.
El plano final es insuperable. Dos seres heridos, tristes y solitarios unidos por una verdadera amistad, se apoyan el uno en el otro en lo alto de un rascacielos perdonándose a sí mismos, preparados para afrontar el futuro.
Her sencillamente es perfecta.
https://www.youtube.com/watch?v=WzV6mXIOVl4

25 mayo 2015

De como dediqué mi vida al arte y cambió mi percepción sobre el mundo

No recuerdo cuando fue el último día que pasé sin escuchar a Mozart. Hasta los días en los que no tengo tiempo para respirar, siempre, de manera casi inconsciente, me veo envuelta por una de sus arias e irremediablemente después, me siento bien. Esa es la magia de su genialidad; su naturalidad, como todo surge de manera fluida, sin esfuerzo.
Recuerdo cuando fue la primera vez que escuché el Réquiem, durante mi más tierna infancia, de la mano de mi profesor de piano, Jacinto. Jacinto era uno de esos hombres que desprendía un aura atrayente y eléctrica, del tipo que sólo las personas con sensibilidad artística pueden irradiar. Y mi perra Nora debía notarlo, porque siendo de naturaleza arisca, se volvía loca, literalmente, cada vez que notaba su presencia cerca de la puerta de entrada. Y no era la única, su olor le precedía, olor a madera, a flores y a música. Era un hombre locuaz y dicharachero, de esos hombres que cuando aman algo lo hacen sinceramente y saben transmitirlo de una manera especial a los que les toca,  afortunadamente, estar bajo sus alas. 
Con Jacinto y mis padres aprendí a apreciar la música clásica. Mi madre, que tocó el piano durante toda su vida hasta que llegó a la madurez, es una mujer a la que  su sensibilidad, a veces poco inteligente desde mi punto de vista, la tiene dominada de una manera maravillosa y desde pequeña supo transmitirme la pasión que despierta la música y el arte.  
Mi padre, por otro lado, es un hombre extraño de estudiar. No le considero un hombre serio. Es un hombre bastante extrovertido y amable, con ojos bondadosos y afectos controlados. Sin embargo, es  reservado, hermético y casi misterioso. Detrás de su apariencia poco próxima a las artes se esconde una persona que, a pesar de no haberlo practicado, ama el arte, la ópera, el teatro y el cine. Con él escuché las primeras óperas y fue de la mano de La Flauta Mágica cuando comprendí que no pasaría un sólo día de mi vida sin escuchar al menos diez minutos de Mozart. Así fue como comencé a comprender que mi naturaleza artística me iba a acompañar toda la vida, formaba parte de mi ADN y es lo único sobre lo que no he dudado nunca y cuya pasión nunca ha amainado, al contrario, según he ido madurando y aprendiendo, ha aumentado hasta el punto en el que duele. 
Tardé muchos años en madurar mi visión sobre Mozart , las óperas y el ballet. Mi entrada en la carrera de Arte fue el empujón que sin duda necesitaba. Nunca he sido muy práctica a la hora de decidir que estudiar, no he intentado seguir un hilo lógico, ni he seguido una estrategia. Solo he seguido mis sentimientos y mi entusiasmo y creo que es lo mejor que he hecho en la vida. Como trabajo de fin de carrera decidí hacer un estudio sobre las óperas de Mozart y encontrar un nuevo modo de relacionarlas. A pesar de que pensaba estudiar después arqueología y que sabía que hubiera sido más lógico  hacer el trabajo sobre algo relacionado con lo que posteriormente iba a hacer, no dudé en embarcarme en el proyecto.
Escuchar todos los días fragmento a fragmento todas sus óperas se convirtió en algo que marcaría mi persona.  Conocer a Mozart más profundamente cambió mi forma de ver el mundo. Cambió mi forma de pensar, de relacionarme y sobre todo de sentir. Con Don Giovanni conseguí ver aquello que hasta entonces ni siquiera sabía que existía, ahora entiendo, salvando las distancias, el éxtasis de Santa Teresa. Aunque no es algo exclusivo sólo de la ópera, ya que también lo he sentido bailando ballet, escuchando flamenco en vivo o pintando, si  que es algo exclusivo de Mozart. 
Mozart estuvo adelantado a su tiempo y por ello atormentado. Mozart supo acercar algo que no es tangible al mundo terrenal. Mozart supo mirar más allá y su visión perdurará para siempre. Mozart estará siempre en el alma de mi profesor de piano, de mis padres, en la mía y en la de cada persona que se haya acercado a él un poco más de lo normal. De él podría estar  hablando toda la vida.  
Lo más emocionante del arte es que no se puede expresar lo que se mueve en el interior de cada persona de manera completa. Es por ello, que el ser humano tuvo el impulso de expresarlo de múltiples formas y si algo tengo claro es que nunca dejaré de expresarlo, porque el arte es aquello por lo que vivo, por lo que me muevo y por lo que respiro. El día que no sienta electricidad en el pecho cuando baile, pinte, escriba o me ponga un aria de Mozart, sin duda habré muerto.

21 mayo 2015

Hagas lo que hagas, ámalo. CINEMA PARADISO


A la hora de escribir sobre la clásica Cinema Paradiso, más que una reflexión o crítica sobre una película, me sale una reflexión sobre la nostalgia y los sentimientos humanos reflejados a través del arte. Cinema Paradiso es una declaración de amor al cine a través de los ojos de un niño enamorado del cinematógrafo, de los ojos de un joven enamorado de la bella Elena y de los ojos de un Totó inundado por los sentimientos y la nostalgia de los hechos pasados.


¿Qué hay más poético que el pequeño Totó guardando los fragmentos de besos y caricias censurados de las películas  que manipulaba su amigo y mentor Alfredo en una caja? Si hay algo con lo que no estoy de acuerdo es con la afirmación de Alfredo de que "vida no es como en el cine, sino que es mucho más díficil". Discrepo. El cine es la vida misma y la vida es igual de emocionante que el cine. Y Cinema Paradiso nos cuenta a gritos a través de escenas cotidianas, verdades y sentimientos, situaciones que todos hemos vivido en nuestro día a día o que vamos a vivir. El cine tiene la capacidad de hacernos sentir nostalgia de algo que aún no hemos vivido, pero que sospechamos que vamos a vivir.
Tornatore acompañado de la preciosa partitura de Morricone crea un auténtico sueño para cualquier cinéfilo. Si bien es cierto que algunas partes de la película se convierten en "trampas demasiado autocomplacientes" para el espectador, el final es  uno de los más emotivos, poéticos y sinceros que he podido ver en la historia del cine. Hagas lo que hagas, ámalo. Y ames lo que ames hazlo de manera sincera y sin límites. Salvatore amaba lo que hacía y amaba de una forma pura y sincera. Cinema Paradiso trata temas sencillos y cotidianos, en los que todos nos vemos reflejados. Quizás sea esa sencillez lo que hace  que se convierta en magia, poesía pura.



17 mayo 2015

LO BELLO Y LO SUBLIME. "EL ESPEJO" DE TARKOVSKY

¿Quién dijo que la belleza era fácil? La belleza es tremendamente complicada. Aunque reconozco que siento cierta debilidad por los artistas rusos, en este caso creo que está completamente justificado. La trama pasa a un segundo plano y el espectador pasa a convertirse en el hombre, la mujer, la madre y el niño por separado y todos a la vez. Espejo en el que te ves retratado y en el que se refleja la magia, los sueños, el llanto, la risa, la pérdida de inocencia, la vida y la muerte; un arte desmesurado que trasciende a un plano sensiblemente superior. 


La presencia de Leonardo da Vinci no es vano. El fuego bajo la lluvia, los niños en la nieve, la presencia constante del agua, el viento soplando sobre la hierba, el barro que se pisa con pies descalzos que moldea y embadurna..toda la película es una obra de arte continúa, cuadros inspirados por el mismo Da Vinci. No es de extrañar que Bergman le considerara el más grande de todos, tan solo a la altura de Buñuel, Kurosawa y Fellini. Y es que su genialidad no pasa inadvertida, aunque se necesite una segunda vez para poder captar todos los detalles.  



Una vez entras dentro del mundo de Tarkovski, y esto es una constante que me pasa con todos los grandes del cine, más de una imagen se queda grabada a fuego de por vida. Y es aquí cuando puedo reflexionar sobre la capacidad de las palabras. Hay veces que los pensamientos de un ser humano no pueden ser expresados por palabras, es insuficiente, se queda insípido, blando, inacabado. 


Esta autobiografía del director no es un intento de hablar de sí mismo, sino de mostrar sus sentimientos hacia la gente que amaba, "de mi relación con ellos, de mi perpetua piedad por ellos y de mi insuficiencia para poderlos recompensar por lo que me dieron. Aquello que el Narrador recuerda en un momento de crisis extrema, le causa dolor hasta el último minuto y le llena de pena y ansiedad".


12 mayo 2015

La necesaria y bella 8½ de Fellini

Si algo puedo decir de la película 8 y medio de Fellini es que es un regalo. Y no solo por la genialidad artística que respira esta película en cada uno de sus fotogramas, sino porque Fellini entre sin reparos su personalidad al público."No tengo recuerdos espectaculares. Además los vacié todos en mis películas. Los anulé cediéndolos al público. Ahora ya no distingo entre lo que pasó realmente y lo que he inventado".




Ocho y medio es una película extraña, onírica, en la que los recuerdos se mezclan con las extrañas vivencias presentes y los abrumadores momentos delo futuro. No se trata de una película de fácil composición, ni comprensión, en especial si el espectador se obsesiona con intentar establecer una lógica durante el desarrollo del guión. De hecho, es probable que en su primer visionado se sienta cierta frustración al no haber podido retener todos los detalles. La principal virtud de esta película es que es bella, bella, extraña y necesaria. Remueve nuestros sentimientos más primarios y nos ofrece imágenes difíciles de olvidar y que más tarde el cine ha reinventado en múltiples ocasiones. 




 Especialmente identificada me he sentido con el recuerdo de esta película, en cómo el hombre siempre retrocede al pasado para poder comprender el presente. El recuerdo de "todas las personas a las que no supe amar". Las imágenes en las que nos muestra sus miedos primigenios e infantiles o sus amados desfiles circenses tienen un aire siniestro que no deja de atraernos de manera descontrolada, sublime y bella.
Poder meterse en el "alter ego" de Felini a través de esta película en la que nos muestra su particular visión de la pérdida de la creatividad es un acto de valentía tan gratificante como necesario.


30 marzo 2015

Nina Petrovna o la Reina Cisne

1/
No hay esplendor comparable al de la calle Tverskaya. No hay una calle igual en todo Moscú, dónde los pasos de los transeúntes se convierten en un vals propiciado por el ligero murmullo de la ciudad.
Cuando Nina Petrovna, después de asistir a sus clases de ballet, caminaba de nuevo por la calle Tverskaya atravesando solo las zonas de sombra a sus pies, no podía dejar de repetirse a sí misma aquella parte del Lago de los Cisnes que tantas veces había repetido en clase y que no se podía quitar de la cabeza. Cada vez que la recordaba en su mente, su piel se erizaba y volaba mientras atravesaba la calle. Y es que no hay una avenida mejor en todo el mundo dónde ella pudiera revivir esta sensación cada día, quizás sólo se podría comparar con algunas de las calles de París que recorrió con sus amigas unos meses atrás.
Una mañana Nina Petrovna después de sus clases, decidió deambular por la calle embelesada por los grandes escaparates. Y no tanto por los suntuosos vestidos que estos mostraban, como por el reflejo melancólico y misterioso que estos le devolvían. Convirtió este juego en un ritual; mirar el reflejo lánguido, elegante y hermoso que los escaparates le ofrecían, sintiéndose más bonita a cada paso. Los hombres que se cruzaban a su paso la miraban y esta devolvía la mirada con un gesto soñador. Tímido, pero amable. Inocente, pero atrevido. Azaroso, pero intencionado.
De repente, uno de los escaparates no le devolvió  el reflejo al que estaba acostumbrada. Unos grandes ojos azules se detuvieron ante ella mirándola de forma dulce y segura. Ruborizada por aquella enigmática mujer, siguió caminando volviendo la cabeza de cuando en cuando hasta que se aseguró de que ya no la seguía.
Sólo en ese momento se dio cuenta de lo cansada que estaba, Hasta el punto de que se tuvo que sentar en uno de los ostentosos bancos, como uno de aquellos ancianos a los que miraba desde la más neutra distancia de una forma tan lejana,  que se dio cuenta por primera vez de como se veía la calle desde aquella perspectiva. En esta ocasión, ninguno de los hombres que pasaban por delante de ella se detenían a mirarla, ni siquiera parecían percibir su presencia. Por un momento, hubiera deseado que alguno se parara a mirarla descaradamente.  Quería sentirse escandalizada, turbada, ruborizada. Deseaba no ser dueña de su belleza y atractivo, que se le escapara de su control como un animal salvaje y que toda aquella agitación se mezclara con un cálido sentimiento de placer que recorriera su cuerpo hasta desembocar en las mejillas. De pronto, se percató de que uno de sus escaparates preferidos estaba frente a ella, pero no reconoció su reflejo por ninguna parte. Su melancólico y hermoso rostro fue sustituido por la visión más espantosa que jamás Nina Petrovna hubiera podido imaginar. Su cabello dejó de ser negro como el carbón para volverse blanco, sus piernas se volvieron débiles, su piel tersa se convirtió en piel frágil y lánguida, todos sus rasgos se deformaron víctimas del propio peso de su piel arrugada, sus nervios se trastornaron presa del pánico y tapándose como pudo con un pañuelo, consiguió llegar a duras penas a su casa para internarse en la sombra donde nadie, ni siquiera ella, pudiera observarla jamás.
2/
Sin recordar si se durmió o cayó inconsciente, Nina Petrovna solo conseguía reconstruir unas voces extrañas en su cabeza. Unos susurros que la perturbaban y desequilibraban. Después de eso, sólo conseguía recordar el silencio, un silencio tan intenso que la sobresaltó. Todo estaba oscuro y calmado, y el reflejo de la luna otorgaba un movimiento misterioso y espectral dentro del dormitorio. Nada se movía, se respiraba una calma pesada, parecida a la que se debe sentir en el momento previo a la muerte. Todos esos movimientos desviaron a Nina de la realidad, y aunque se percibía un entorno de intranquilidad, debieron sosegar su alma, porque ni siquiera pensó en lo sucedido en la calle Tverskaya. Tuvo que levantarse y percibir levemente su sombra en el espejo para que el miedo invadiera de nuevo su débil cuerpo. Ni siquiera tuvo la valentía de poder mirarse en el espejo.Así que, de espaldas a él, bajo la titilante luz de la luna, puso al descubierto sus brazos y piernas. Esperando ver de nuevo su piel arrugada y con manchas, no se atrevió a abrir los ojos y con el pulso acelerado se acarició suavemente. Para su sorpresa, descubrió un tacto suave y terso bajo sus alargados dedos. Sin acabar de creérselo, abrió sus ojos y se descubrió ante el espejo: su reflejo por fin le devolvía su hermoso rostro. Confundida, volvió a la cama decidida a volver a sus clases mañana. No tenía sueño, así que permaneció tumbada, inmóvil, esperando a que el sueño la poseyera. Las extremidades le pesaban enormemente y comenzó a tener una serie de pensamientos que no sabría clasificar dentro de la vigilia o del sueño. El aire era pesado y entraba con dificultad dentro de sus pulmones. Sin embargo, un incontrolable letargo le impedía moverse, tampoco le permitía abrir los ojos. Sin embargo, podía sentir todo aquello que pasaba en la estancia a través de sus párpados y sintió como una fuerza invisible invadió la habitación, espesando cada vez más el ambiente. Mientras aquella masa invisible se condensaba encima de Nina, ciertos sentimientos de culpabilidad invadían su mente. Y Nina estaba harta de estar expuesta, estaba harta de ser juzgada, estaba exponencialmente harta de forzarse a hacer las cosas siempre del modo correcto, cuando los demás no parecían poner el mínimo interés en hacerlo. ¿Por qué debía renunciar a su naturaleza? ¿Por qué debía agradar al resto? ¿Sería esto una revelación espiritual? ¿Y sí ella no era aquella chica buena que todos creían conocer? A lo mejor no era buena, a lo mejor tenía pensamientos salvajes, malos, incontrolados. A lo mejor eso era lo que más feliz la hacía.
Además de aquella fuerza incontrolable, Nina también comenzaba a atisbar aquellos ojos azules que vio en la calle Tverskaya, pero en ese momento ejercían una atracción nueva sobre ella. De repente, un placer se apoderó de su cuerpo, a la vez que el terror la invadía al recordar las consecuencias que le trajeron aquellos ojos la última vez. Y en su sueño, o quizás en la realidad, se desmayó, con el cuerpo retorcido por el placer y el dolor, y el recuerdo de aquellos ojos que surgían de la nada, inclinándose sobre ella.
3/
A la mañana siguiente Nina se despertó con el cuerpo aletargado por los sucesos de la noche anterior. Los sueños la estaban afectando y aunque se despertó más animada debido a que había recuperado su anterior aspecto, seguía nerviosa y desasosegada. Nina es muy dulce y sensible, siente cualquier emoción más intensamente que cualquier otra persona. Su naturaleza hipersensible hace que se enfrente con más intensidad a las adversidades, pero eso no quiere decir que las enfrente con menos fuerza. Se miró de nuevo al espejo y observó que había desaparecido el color de sus mejillas y su tez había palidecido. Después de echarse unos polvos que resaltaron de nuevo su rostro melancólico, tuvo claro que debía ir a clase y bailar y caminar todo lo posible para poder agotarse físicamente y así no tener ningún contratiempo a la hora de dormir, ni dejar opción a que su mente vague libre proporcionando material  a sus pesadillas.
Su paseo matinal hasta clase resultó ser muy animado y al poco rato Nina consiguió ponerse de muy buen humor, debido a que los hombres de nuevo se paraban a mirarla e incluso alguno se atrevió a iniciar una conversación que pronto ella rechazaría jugando aquel papel para el que la habían educado, mostrándose ruborizada y encantadora.
Al llegar la noche, Nina pudo dormir sin dificultades, aunque sin soñar nada. Sin embargo, de nuevo se despertó cansada, con las energías absorbidas, como sí en realidad se hubiera pasado en vela toda la noche. Se pasó el día adormilada y ni si quiera se paró a hacer el ritual de mirarse en los reflejos.  En realidad solo quería descansar, quería dejar de respirar. Y durante unos instantes eso es lo que le pareció, que su cabeza se iba, sus latidos se ralentizaban, sus músculos se entumecían. En un momento dado, sintió como su alma abandonaba su cuerpo con una sensación parecida a la precipitación al vacío. Durante unos segundos dejó de existir y ese silencio le produjo miedo. Pronto se despertó sobresaltada e intentó incorporarse, pero sus músculos carecían de fuerza, no le respondían. En un esfuerzo que le pareció sobrehumano consiguió alcanzar el espejo de mano que reposaba  sobre la mesita de noche y tras un vals protagonizado por las luces de los reflejos consiguió aquello que tanto anhelaba, mirar de nuevo su reflejo. La horrorosa visión se mantuvo firme, aquella espantosa efigie se mantuvo desafiándola, con el sublime rictus de la muerte. Las mejillas y los párpados, pálidos. Los labios, marchitos y entreabiertos, dejando ver una mandíbula desprovista de dientes. Las cuencas de los ojos, hundidas en el espantoso rictus de la muerte. Las arrugas, frías y viscosas. El pelo, blanquecino y escaso, parecido al pelaje de las ratas.
Nina permaneció con aquella rigidez cadavérica durante algunos instantes hasta que presa de un extremo horror  rompió el espejo contra su efigie. Sintió que su visión se nublaba, la sangre espesa se derramaba por su rostro desembocando en un torrente salado en su boca, su razón comenzó a divagar y sólo mediante un esfuerzo sobrehumano consiguió alcanzar uno de los cristales y logró al fin clavárselo repetidas veces, hasta el fondo de su alma. No tembló, no se movió, pero contempló por última vez su reflejo en el espejo hecho pedazos. Detrás de la espesa sangre, el espejo, por fin, le devolvía aquellos ojos azules que pudo contemplar en la calle Tverskaya, los de aquella mujer, que no eran otros que los suyos propios. La sangre caía violéntamente sobre su boca, pero aquello no le impidió esbozar una tierna sonrisa. Finalmente, el reflejo le devolvía la efigie que quería ver. Finalmente, volvía a ser la Reina Cisne.





29 enero 2015

APOLO Y DAFNE

Ojalá pudiera contar con pelos y señales como llegué al centro psiquiátrico, pero cada vez que intento exponer mis recuerdos, son refutados por otras personas llegando a confundirme e incluso manejan mi masa cerebral a su total y absoluto antojo. Aunque ya les dije, que si querían, la próxima vez podrían hacer Steak Tartar con él, comérselo en sushi o rebozado. Así por lo menos, el órgano más importante y preciado de mi cuerpo tendría algún tipo de utilidad. Nutricional en lugar de intelectual, pero una utilidad al fin y al cabo.
Todo comenzó desde mi más tierna infancia. Ya desde pequeña desarrollé un miedo inusual a la muerte y a dormir sola. Una noche, viendo una película de gladiadores con mi padre, pude experimentar por primera vez, la cualidad efímera de la vida. Las secuencias sangrientas de los cuerpos desmembrándose, la sangre espesa derramándose a borbotones y los ojos inmóviles acaparando la totalidad de la pantalla. Aquello penetró en mi mente con tanta fuerza, que no pude dejar de preguntarme como sería la sensación de sentirse sin vida y qué pensaría la mente en los minutos previos a la muerte. Por aquella época desarrollé la insana costumbre de dormir con la puerta abierta y no dejar a mi padre retirarse a la cama hasta que yo no me hubiera dormido. Aún así, cuando el sueño estaba a punto de invadirme me sobresaltaba, presa del pánico, confundida ante si aquello era mi muerte o no. Entonces gritaba, gritaba hasta quedarme afónica y ver la silueta despeinada de mi padre en la oscuridad tratando de encender la luz de mi cuarto.
Con el paso del tiempo, a mi tanatofobia, se sumaron una serie de alucinaciones nocturnas en las que millones de insectos, arácnidos y miriápodos inundaban las paredes de mi cuarto, la cama y las sábanas hasta que subían por todo mi cuerpo restregando ligeramente sus patas hasta que de nuevo gritaba. Pero en este caso, la figura despeinada de mi padre no conseguía sacarme de mi terrible alucinación artropodariana, sino que continuaba durante unos segundos hasta que conseguía ser calmada por la paciente, pero poca cariñosa actitud de mi padre debida al cansancio. Con el tiempo, pude superar esas alucinaciones.
Con mi madurez y mis primeras relaciones amorosas,  aquellos traumas infantiles salieron a la luz de las formas más extrañas y excéntricas, llegando en ocasiones a sorprenderme a mí misma. La necesidad de sentir una calma espiritual para poder dormir se convirtió en algo común, usando los somníferos como herramienta cuando aquello no era posible. No todas mis parejas, ni amigos han conseguido comprender mis problemas con el sueño. Eso será posiblemente porque no han tenido una mantis religiosa y una cucaracha danzando en sus cuerpos, ni la muerte les ha susurrado a su inocente oído mientras se agarraban a su osito de peluche. Mi incontrolable impulso de convertir mi cama en un océano de peluches se vio traducida en mi madurez en mi vida noctámbula y en la implacable necesidad de otro cuerpo humano en mi cama (sólo el de alguien al que quisiera, sino preferiría a los ya nombrados amigos peludos). Sin embargo, ¿qué podría hacer un simple mortal o un conejito de peluche ante la muerte o los dictiópteros? ¿No habría sido mejor dormir abrazada a un insecticida? Para los insectos... ¡desde luego! Tampoco descarto que a la muerte le resultaran molestos esos vapores. Al menos es más efectivo que usar a una persona humana como arma, teniendo en cuenta que la muerte colecciona sus almas, como si de canicas se trataran.
Estas excéntricas molestias de mi personalidad han sido compensadas con una necesidad voraz de conocimiento y una sensibilidad especial hacia las artes. Mis padres me procuraron una serie de años de piano y ballet, que sin duda marcaron más que mi personalidad, mi alma. Sí, creo que tengo alma y además ocupa una gran parte de mi cuerpo. Me eleva, me magnifica y me hace volar. Pronto mis ambiciones y mi apetito cultural se fueron haciendo más y más grandes haciéndome participar en todo tipo de manifestaciones artísticas: pintura, escritura, dibujo, cine, literatura, fotografía, música, baile y teatro. Ninguna de ellas se me daba mal y en todas me sentía plena, volátil... feliz. Mi familia siempre tuvo un gusto especial por la cultura, así que me apoyaron. Pronto les superé en conocimientos y expectativas, nada era pequeño para mi mente: vivía Don Giovanni, amaba a Chopin, bailaba con Bergman, sentía a Van Gogh, me perdía con Miguel ángel, lloraba con Nureiev y moría con Dostoievski. Mi mayor sufrimiento era no ser comprendida, mi mayor frustración no poder absorber todo, ¿mi mayor miedo? Mi mayor miedo, por encima de todo era no poder vivir con ellos.
Los años de universidad en los que estudié Historia del Arte, me hicieron inmensamente feliz, ya que mi sed de conocimiento era apaciguada con creces, las nuevas amistades con ambiciones parecidas a las mías conseguían llenar mi insaciable apetito. Siempre pensé que todo esto era un punto a mi favor y que el mundo me reservaría un sitio, un sitio que no tenía por qué ser importante, sólo quería dejar huella. La sensibilidad quiere ser expresada, si se mantiene encerrada...puede matarte. Y durante mucho tiempo mi sensibilidad quería no solo expresarse, sino expandirse, inundarlo todo, ahogarme. Sin embargo, eran tiempos difíciles y las personalidades creativas no entienden de paciencia, necesitan salir al mundo antes de marchitarse o de morirse. Continuamente me asaltaban ideas de muerte repentina o enfermedad, pero no me daba miedo morir, me daba miedo morir sin haber dejado una huella artística, una huella de mi alma. Se me presentaba demasiado difícil la idea de dedicarme a una vida artística a la vez que tenía que luchar por sustentarme. La búsqueda de trabajos mecánicos para mi sustento comenzaba a marchitarme. Al principio se manifestaba mediante depresiones, que cuando me dejaban levantarme de la cama, aprovechaba para canalizarlas a través del carboncillo o la escritura. Seguidamente mi lucha desesperada por tener aquella vida que no sólo deseaba, sino que necesitaba para poder respirar se hizo más fuerte agotando todas mis energías. Y así es como de pronto un día me levanté de la cama y había perdido todo mi pigmento. Cabello, piel, ojos y corazón se presentaban en blanco y negro, un precioso blanco y negro de Viridiana.
Asustada me miré al espejo, en un principio pensé que podría ser una enfermedad ocular o cerebral, pero todo lo que estaba fuera de mi cuerpo se presentaba ante mis ojos con más color que nunca al marcar el contraste con el blanco y negro de mis poros. Observé mi pelo y mi rostro y me vi muy bella, por fin me parecía a Liv Ullman, a Audrey Hepburn, a Charlie Chaplin. Llamé a mi mejor amiga Mina para confersárselo y después de verme unos minutos llamó al doctor para que me examinara. Todo parecía normal, ninguna enfermedad reseñable, ninguna pista sobre que podría ser aquello.  Simplemente había perdido el color y tendría que convivir con ello hasta que se encontrara alguna solución. Los primeros días me negaba a salir a la calle, me encerraba en casa y me sentía bien, por fin podía escribir, pintar, leer, ver cine, respirar, sentir, vivir. Al cabo de unos días Mina comenzó a preocuparse por mí, temiendo que me volviera huraña y tuvo una idea: salió a comprar un maquillaje potente, lentillas, tinte, y guantes. Y se puso manos  a la obra, me tiñó el pelo, me puso lentillas, maquilló toda la piel visible de color carne, dio color a mis labios, me vestí y me puse los guantes.¡Voilá! De nuevo volvía a ser una persona normal, ya podría salir a la calle sin ningún temor.
Al principio, me sentía muy insegura, caminaba deprisa, la cabeza agachada, con gafas de sol, guantes y gorro, pero poco a poco fui ganando confianza y salía mucho más segura a la calle. Hasta que un día, en un museo mi cuerpo rechazó el maquillaje. No me di cuenta hasta que mis guantes comenzaron a mancharse y las lentillas salieron disparadas colándose en la boca de uno de los visitantes. El maquillaje caía a borbotones, se me caían los guantes, intenté salir corriendo de allí pero la ropa comenzó a despegarse de mi cuerpo quedándome desnuda, en blanco y negro, junto a una escultura de Apolo y Dafne de Bernini. No quise mirar, la cabeza dada la vuelta con el pelo inexplicablemente al viento, cuando comencé a sentir el brillo, los fogonazos de los flashes.  Decidí darme la vuelta y no vi gente extrañada, ni escandalizada, sólo miradas atentas que admiraban y volteaban alrededor de mi cuerpo, otros fotografiaban, otros esbozaban. Una lágrima también en blanco y negro recorrió mi mejilla para desembocar en la comisura de mis labios. Ahora eran ellos los que vivían, los que sentían, los que bailaban, los que volaban, pero conmigo.
Pronto el color volvía a mi de nuevo, gradual pero rápidamente, hasta el punto en que no pude reaccionar cuando los guardias ya me estaban tapando y entregando a la policía. Exhibición y escandalo público. Conté mi historia una y otra vez, pero nunca fue creída y el centro psiquiátrico ha resultado ser mi nueva casa después de muchos exámenes psicológicos y juicios. Hoy vuelvo a escribir sobre esto con mi mano y mi alma en blanco y negro, pero esta vez nadie podrá arrebatarme mi huella. Con mi muerte, también en blanco y negro, a la que ya no tengo miedo,  espero perdurar así para siempre y coronar mi tumba en el cementerio como aquel Apolo y Dafne de Bernini con los que bailé en el museo.


Victoria Alonso Yanes