22 septiembre 2014

UNA NOCHE EN LA ÓPERA: Estreno de Las Bodas de Fígaro en el Teatro Real.

Mozart contaba con treinta años cuando compuso esta obra y sobra decir que se sintió más que bien con esta labor desde el comienzo. Fue estrenada en el Burgtheater de Viena el 1 de Mayo de 1786 en una época de cierta tensión social, lo que provocó la supresión de todas las escenas políticas y sociales, creando una ópera galante y amable dotada de un eco de fina comedia.

                         
                     
Desde la reinauguración del Teatro Real Las Bodas de Fígaro se han podido escuchar hasta en cinco ocasiones sobre su escenario. Sin embargo, para mí era la primera vez que podía disfrutar de su puesta en escena (por Emilio Sagi) y cabe decir que la última obra de Mozart que vi en el Teatro Real fue un Don Giovanni bastante mediocre, que solo recibió malas críticas por parte de todos los públicos. Es probable que estas Bodas de Fígaro tuvieran pocas innovaciones respecto a las anteriores veces y que haya muchas partituras aún por representar sobre el escenario madrileño. Sin embargo, me alegro de que se haya podido repetir, para poder asistir a una de las obras mas exquisitas de Mozart donde los personajes trascienden a un auténtico plano filosófico.

                       

Entre las arias, son muy importantes las de Fígaro y las del personaje Cherubino. Fígaro, interpretado por Andreas Wolf, no ha estado a la altura de las de Mozart, quien incluso llega a cambiar de acentuaciones para salvar varias frases. Tampoco se puede rescatar a Sylvia Schwartz como Susanna, a quien apenas conseguía oírse, y lo mismo se podría decir de Elena Tsallagova, con un simple y poco acentuado Cherubino.

                     

Luca Pisaroni, como el conde de Almaviva, fue uno de los mejores de la velada. Sin embargo, musicalmente, las más ricas y exquisitas arias van a ser las de la Condesa de Almaviva, con un brillo deslumbrante y una orquesta magistral.  La Condesa de Sofia Soloviy consigue demostrar una sensibilidad y musicalidad propia de las escenas de Mozart. Fue especialmente emotivo el momento del perdón donde sin duda consigue transportarnos a una divinidad mozartiana.
En los conjuntos, donde tenemos coros, dúos y tercetos, que hacen mucho más movida la trama, Mozart consigue una auténtica armonía de conversación y no un barullo descontrolado. Esto se puede ver en uno de sus grandes finales, el mas famoso es el del Acto II, a partir del N. 15. A lo largo de 937 compases se pasa de un dúo, a un trío, cuarteto, quinteto, sexteto...hasta llegar al septeto sin que decaiga ninguno de los personajes. No solo se consigue un contrapunto perfecto, sino que cada personaje está elaborado de la manera más fina. Es tan sublime que se ha considerado la mayor obra maestra operística.

                           

En conjunto, una puesta en escena, orquesta y coro muy acertados. Desde el comienzo hasta la última y magnífica escena nocturna se puede notar una idea shakespiriana. El hecho de que esté concebida de una manera clásica se agradece, aunque algunos lo consideren algo peyorativo. Sencilla, clásica, elegante y con estilo.
Esta ópera no fue ningún encargo de la corte u otra institución artificial, se trataba de una asociación artística entre Wolfgang y Da Ponte. A pesar del volumen de la partitura y la complicada trama , Las Bodas no son demasiado largas y transcurren con mucha espontaneidad, ya que tanto el maestro como Da Ponte, cuidaban mucho ser breves y concisos. Mozart ha descubierto con Las Bodas de Figaro la más secreta naturaleza del hombre.