dónde pueda calentarme.
Dónde el vapor de tus labios
se me suba a la cabeza.
Déjame entrar, y abrázame fuerte,
que te abrazaré yo también,
con estas manos que son tuyas,
y quieren acariciar el torrente de tus venas.
Déjame entrar y no me sueltes
durante los próximos cien años.
No más miedo a envejecer sola,
ni a llorar con la puerta cerrada.
No más miedo a la gente,
ni al veneno que nos echan.
No más miedo a la incertidumbre,
no más caras amargas.
No más desiertos inútiles,
llenos de tormentas vacías.
Déjame entrar y abrázame fuerte,
que yo te seguiré ,
como el torrente a la lluvia.
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